Vente a Suecia, Moraino

22 marzo 2007

Viaje por carretera a Rusia III: Moscú

Contra todo pronóstico parece que por fin voy a terminar de hablar sobre mi viaje a Rusia. No pondré excusas, pero hay que decir que tengo trabajito acumulado, a saber: Kiruna, Åre, Colonia, Copenhague y Norrköping; y este domingo una visita a Uppsala, así que material para escribir aquí tengo y tendré.

La última ciudad visitada durante mi periplo ruso fue la capital, Moscú. A ella llegamos tras un viaje casi interminable de 15 horas en bus. En primer lugar, nos soltaron al lado de la Plaza Roja, mientras esperábamos a que viniese la guía, así que aprovechamos para dar una vuelta por allí y hacernos las primeras fotos en suelo moscovita. Ahí salgo yo junto al mausoleo de Lenin (que no pudimos visitar porque estaban restaurando a la momia) con las murallas del Kremlin detrás y en una vista de la plaza con la Catedral de San Basilio al fondo.




Finalmente llegó la guía y pudimos empezar el tour por la ciudad. En primer lugar cruzamos el río Moscova para tener una nueva vista de las murallas del Kremlin. He aquí otras dos fotos con el Palacio del Kremlin, donde trabaja el bueno de Putin, y el río de fondo.




A continuación nos dirigimos hacia el Monasterio Donskoy, junto a un estanque con los patos más resistentes al frío que he visto nunca.



El siguiente lugar al que nos dirigimos fue a la Universidad Estatal de Moscú, que está en una colina desde la que se divisa el Estadio Olímpico Luzhniki y el trampolín para saltos de esquí.





Finalmente nos dirigimos al Hotel Ucrania, (antiguo Leningradskaya) donde nos hospedamos.



Sí, ya lo sé. Este edificio se parece sospechosamente al de la Universidad Estatal de Moscú. No, no os estoy timando. En Moscú hay siete torres "hermanas" que Stalin mandó construir porque, hasta entonces, en Moscú no había rascacielos, y quería que se pareciese a Nueva York. Entre ellas están nuestro hotel y la universidad. Frente al hotel se encuentra la "Casa Blanca", sede del Parlamento Ruso que Boris Yeltsin bombardeó en 1993 cuando los parlamentarios intentaron destituirlo.



Esa tarde la dedicamos a pasear hasta el centro de la ciudad y a intentar comprar entradas para ir al Teatro Bolshoi la tarde siguiente. Esto no lo conseguimos, ya que parece que no quedaban entradas y las taquilleras sólo hablaban ruso. En cambio, los reventas de la puerta hablaban un inglés excelente, aunque por las pintas, la evidencia de que llevaban navajas y su insistencia a acompañarnos al cajero automático más cercano, finalmente desistimos.

Tras comprobar que, efectivamente, Moscú es una ciudad muy cara (3 € un colacao en una cafetería), y debido a que a las cuatro de la tarde ya cerraba todo lo visitable y que hacía un frío que pelaba, nos dispusimos a visitar el famoso metro de Moscú, que estaba calentito y es muy barato (30 céntimos el billete univiaje). Aquí un mapa del mismo:

Tras dar muchas vueltas y viajando en el sorprendentemente eficiente metro moscovita nos dirigimos de vuelta al hotel. Al salir de la estación tuvimos unos momentos de confusión debido a que vimos dos edificios en la distancia que parecían nuestro hotel, cada uno en direcciones opuestas, debido a las dichosas siete hermanas. Tras varios intentos de preguntar a la gente de alrededor, que o bien huían o se reían al oírnos hablar en inglés, por fin el portero de un bar nos indicó cual de los dos edificios era el hotel Ucrania.

Una vez allí, oh sorpresa, nos encontramos en el hall del hotel al director de cine español Fernando León de Aranoa (Barrio, Princesas, Los lunes al sol...), que muy amablemente y un tanto sorprendido accedió a que nos hiciéramos una foto con él, lástima que salió un poco borrosa:



A la mañana siguiente volvimos al centro y, entre otros sitios, estuvimos en la antigua sede del PCUS, del KGB (ahora FSB, pero obsérvese que la hoz y el martillo continúan en la fachada), el museo histórico, y la Catedral de Cristo Salvador.






A eso de la una iniciamos el tour guiado por el interior del recinto del Kremlin. Es un trozo de ciudad dentro de las murallas, con varias catedrales, edificios del gobierno ruso, jardines... Y un sendero del que no te puedes salir sin que te echen la bronca los guardias. Aquí teneis unas fotos de la puerta por la que entramos (desde dentro), el edificio donde vivió Yeltsin, el cañón de bronce más grnade del mundo (nunca disparado), la campana más grande del mundo (que nunca llegó a sonar porque se rompió antes en un incendio), y dos imágenes de las catedrales del Kremlin.








Esa noche emprendimos el viaje de vuelta a San Petersburgo, y el último día de viaje, una vez pasada la frontera rusa de nuevo, nos hicimos una foto todos los participantes en el viaje, junto con el bus en el que pasamos tantas horas.


02 marzo 2007

Viaje por carretera a Rusia II: San Petersburgo

Saludos a todos. Hoy por fin me he decidido a escribir sobre mi visita a San Petersburgo dentro del viaje por carretera a Rusia que hice en el mes de noviembre. En primer lugar, hay que decir que para entrar en Rusia, siendo ciudadano español, es necesario obtener un visado como el de la foto de abajo que cuesta 60€. Y de paso veis cómo es mi nombre en alfabeto cirílico.


El siguiente paso es entrar en Rusia por carretera es pasar tres controles, tres, que no tienen nada que ver con el de la zona finlandesa de la frontera. El guardia finlandés era muy simpático, incluso me dijo "Viva España" y "Muchas gracias" en español. Las del control de pasaportes ruso eran más secas que el ojo de un tuerto, maquilladas como puertas y tardaron en ponerse dentro de la cabina a ver pasaportes un cuarto de hora, por no hablar de la media hora hasta que se pusieron por fin a registrar el bus por si llevábamos polonio.

Tras los trámites burocráticos, finalmente retomamos el camino hacia San Petersburgo, no sin antes parar en una gasolinera, donde un caballero, por decir algo, cruzó su coche delante del bus para mostrarnos que vendía toda clase de alcohol y tabaco de contrabando, así el sector alemán de la expedición pudo hacerse con unos dos o tres millones de latas de cerveza para el camino. La primera ciudad que se atraviesa al cruzar la frontera es Vyborg, una ciudad que antes de su anexión por la Unión Soviética en la Guerra de Invierno de 1940 era la segunda ciudad en tamaño e importancia de Finlandia; y ahora es un lugar bastante deprimente, donde hay un hospital a medio construir a causa del colapso de la Unión Soviética y donde los únicos edificios que aguantan en pie con dignidad son los construidos antes de la guerra. Incluso hay una biblioteca diseñada por el famoso arquitecto finlandés Alvar Aalto.

Al entrar en las afueras de San Petersburgo, lo primero que le llama a uno la atención es lo que les gustan a los rusos las luces de neón. Cualquier tienducha parece un club de alterne con tanto neón de colorines.Se ve que, como durante la época comunista no las podían poner,ahora quieren parecerse a Las Vegas, para compensar. Una vez que se llega alcentro, otra cosa llamativa es la total ausencia del concepto "no bloquear el cruce". San Petersburgo tiene unas anchas y larguísimas avenidas(prospekt en ruso), y en cada cruce un pollo montado, porque cuando se cierra un semáforo, los coches se quedan en medio del cruce y no dejan pasar a los que se les ha abierto. En ese momento pasa el que menos miedo tiene a que le den un golpe, es decir, la ley del más fuerte. Yo mismo pude ver cómo de esto no se libraba ni la policía, ya que un coche patrulla se quedó bloqueado justo delante de nuestro autobús. Tras tardar una hora en cruzar la ciudad, al fin llegamos a nuestro hotel.

Al día siguiente, hicimos una visita guiada en el bus por los principales atractivos turísticos de la ciudad, como la Catedral de San Isaac.




El río Neva, con el Palacio de Invierno y la fortaleza de San Pedro y San Pablo


Otro lugar interesante es la Iglesia de la Sangre Derramada, es un templo que se construyó en el lugar donde fue asesinado el zar Alejandro II.

Finalmente, nos dejaron en la Plaza del Palacio, donde se encuentra el Palacio de Invierno, que forma parte del Museo Ermitage. Y el resto de la tarde lo dedicamos a visitar el enorme museo.




Por la noche fuimos a dar una vuelta en una barcaza por los canales de la ciudad. Como San Petersburgo no es Sevilla y normalmente hace bastante frío, se hacen en barcazas cubiertas; con mesitas donde te ponen unos canapés de caviar, una botella de chapanski (champán ruso), otra de vodka, otra de agua y un centro con fruta. Además te animan la velada con coros y danzas típicos rusos como se ve en la foto de abajo.

Foto de uno de los canales peterburgueses, por la noche.

Al día siguiente fuimos a la ciudad de Pushkin, donde se encuentra el Palacio de Verano. Es un palacio impresionante, aunque resultó muy dañado durante el asedio a Leningrado en la Segunda Guerra Mundial y fue saqueado y quemado por los alemanes, es por eso que aún tiene muchas salas en proceso de restauración.


La tarde la tuvimos libre, así que aprovechamos para visitar la Fortaleza de San Pedro y San Pablo. En esta isla fortificada se encuentra la Catedral de San Pedro y San Pablo, donde están enterrados los zares. También es un lugar donde van algunos valientes a tomar el sol y a bañarse en el Neva, incluso a bajo cero. En las fotos se puede ver a un grupo de soldados rusos de excursión, la capilla donde está enterrada la familia del zar Nicolás II junto a los sirvientes que fueron fusilados con ellos, y una vista del Museo Hermitage desde el embarcadero de la fortaleza.



Esa misma noche partimos hacia Moscú, pero sobre ello hablaré en la siguiente entrada. A la vuelta volvimos a pasar un día en San Petersburgo, que aprovechamos para subir a la cúpula de la Catedral de San Isaac y disfrutar de las vistas de la ciudad, enviar postales, pasear tranquilamente por Nevski Prospekt, y ver un espectáculo de música y baile rusos por la noche.


Por último os dejo con una vista de la ciudad desde mi habitación de hotel. Espero que la entrada sobre Moscú no se demore tanto.



13 febrero 2007

Howto: Hacer una paella en Suecia a -6º

Muy buenas a tod@s. Dije en mi última entrada que iba a hablar sobre mi viaje a Rusia, pero este finde pasado ha ocurrido algo especialmente surrealista y cañí aquí en Linköping y no puedo resistirme a contároslo.
Todo empezó en diciembre, cuando a Luis se le ocurrió la absurda idea de hacer una paella en las barbacoas de Ryd. Todo se hubiese quedado ahí, si no fuera porque nuestro McGyver particular, Juanbe, se puso a darle vueltas al asunto y a hacer su particular estudio de viabilidad del proyecto. Así que, finalmente se puso manos a la obra y compró por Internet en "Menaje del hogar La Carredana" el único elemento que nos faltaba, la paella. Digo paella porque, según el maestro paellero Felipe, natural de Benidorm, al recipiente donde se cocina la paella se le llama paella, y no paellera, y así será de aquí en adelante en este nuestro blog.
Tras una larga espera de dos semanas, por fin llegó el aviso de que la paella estaba aquí.


Con gran alegría y alborozo nos dispusimos a ir a recogerla a la oficina de correos, pero nos dijeron que volviésemos por la tarde, que aún no estaba. Así que, mientras tanto, nos pusimos a buscar otro elemento importante: El soporte para la paella. Aquí intervino de nuevo el genio bricomaníaco de Juanbe, vio un carro del Ikea abandonado y se puso a ello.



Ea, ya tenemos soporte para la paella. Mi korridor es estupendo, te puedes poner a serrar una carrito del Ikea y la gente pasa y ni hace preguntas ni nada, eso sí que es hacerse el sueco. Siguiente paso, hacer la compra:


Y ahora, a hacer el segundo intento de recoger la paella en correos, vídeo cortesía de Juanbe:



Finalmente, hay que lanzarse a la calle, sin hacer caso de que estemos a -6º y que ya se haya hecho de noche. En primer lugar, hay que intentar quitarle algo de hielo y nieve a la barbacoa:

Se nivela la paella para que quede lo más horizontal posible:


Se le echa sal a la paella:

Se fríe el pollastre primero y luego se le añade el resto de los avíos, salvo el arroz:

Se echa el agua, primero hasta la mitad, y luego hasta los tornillos de la paella:


Se aviva el fuego hasta que hierva, se espera unos 20 minutitos tomando una cervecita y finalmente se añade el arroz.



Se pone en la mesa y... ¡A disfrutar! Y si no, sólo hay que fijarse en la última foto.





Muchas gracias, Felipe, por darnos estos grandes momentos de felicidad gastronómica.